Con
la Etapa 1 los nervios estaban al rojo vivo. Teníamos por delante
muchas novedades: Ferry, pisar Marruecos, primera etapa de verdad,
primera etapa de regularidad, primer campamento ...
Nos levantaos
muy pronto para acudir puntuales a la cita en el puerto de Algeciras
para embarcar todos juntos en el Ferry rumbo a Tanger-Med. Hay que decir
que nuestro Panda "Pirata" se encontraba en su salsa
Emoticono smile.
Durante la navegación, que duraba algo más de dos horas, aprovechamos
para entrar en contacto con el roadbook e imaginarnos como serían las
primeras etapas y dónde tendríamos que repostar. El roadbook reflejaba
la localización de las principales gasolineras y eso ayudaba bastante.
Pero antes de desembarcar había que realizar diversos trámites
aduaneros, y a pesar de que se habían organizado oficinas móviles por
parte de los marroquíes, se formaron largas colas para ayudar a mantener
los nervios incandescentes. No obstante el desembarco fue bastante
rápido y tras reagruparnos todos a la salida del puerto comenzó la Etapa
1 sin ningún tipo de briefing.
A los siete u ocho kilómetros de
salir, subiendo un mini-puerto por autovía, se nos paró el coche. Esto
no era una buena señal. Nos quedaban más de tres mil km por la proa.
Toqueteamos todo y no vimos nada raro, así que después de esperar unos
minutos volvimos a intentar arrancar el coche, lo cual hizo sin
problemas, y consiguió llevarnos hasta el final de la etapa en
Boulaajoul. En días siguientes nos volvió a dar problemas, pero por
suerte nunca en las etapas de regularidad.
De los 525 km de etapa
la gran mayoría transcurrían por autovía y de norte a sur ya que el
objetivo de la organización era encontrarnos con el Atlas lo antes
posible. Pero también tuvimos ocasión de atravesar arenales, ríos y
bosques de cedros. Y por supuesto, de enfrentarnos a nuestra primera
etapa de regularidad, que transcurría por la conocida como pista de "las
antenas". Al inicio de la etapa de regularidad se juntaban los Pandas
que iban llegando e inmediatamente se veían rodeados por niños que como
te descuidases te metían la mano por el recoveco más inverosímil. Allí
fue secuestrado uno de los pandas de peluche que llevábamos y una
sudadera -R.I.P-.
A nosotros nos gustan las cosas bien hechas,
así que la etapa de regularidad nos la tomamos es serio, intentando
hacerla bien. Aunque en principio las velocidades medias que hay que
llevar no son altas, la realidad es que la dificultad del terreno hacen
que den sensación de velocidad. Basta decir que mi compañero de aventura
acabo ese día con los dos amortiguadores traseros rotos.
Añadían
dificultad los que como en cualquier situación de la vida van a su bola
y te veías obligado a adelantarles para poder mantener la velocidad
media. Y adelantar por aquellos tramos no era nada sencillo.
Tras ganar kilómetros hacía el oeste, alejándonos de las zonas más altas
del Atlas, con sus cimas nevadas, llegamos a nuestro campamento. Los
campamentos se instalaban en torno a un gran rectángulo que formaban las
haimas de restauración. Donde nos daban de cenar, de desayunar y donde
al anochecer se encendía una gran fogata. Alrededor de estas haimas se
instalaban las duchas y retretes. Y en las proximidades se instalaba el
camión de asistencia y los mecánicos. Y la zona destinada a los Pandas.
Junto a cada Panda se instalaba la correspondiente tienda de campaña que
daría cobijo a piloto y copiloto.
Tras la cena de estilo
marroquí y la sobremesa con los compañeros, nos fuimos a dormir para
recuperar fuerzas, pero fue complicado. Uno no está acostumbrado a
dormir en una tienda de campaña a menos de cero grados ¡qué frío!
La sorpresa del día vino a última hora de la noche. Oscar, mi copiloto,
llego a la tienda de campaña y me pregunto sobre la posición en que yo
creía que habíamos quedado ese día ... ¡Habíamos quedado segundos!